Esta semana solamente hubo trabajo lunes y martes. El redactor-jefe tuvo piedad. El lunes en Ciudad Real, el martes en Madrid. Se agradece la relajación.
Lunes 14
Rubén Martín Díaz en la UCLM |
Convocado a la lectura en el Aula de Poesía de la UCLM, que dirige Jesús María Barrajón. Estaba invitado Rubén Martín Díaz, poeta albaceteño ganador en 2009 del Adonais con "El minuto interior" y en 2010 con el Ojo Crítico. Poeta de la transparencia diáfana, del llano decir al hilo de la emoción y de las cosas. Poeta que se agradece, porque hace novedad de todas sus lecturas e influencias, su voz las transfigura en fresca fuente y, lo más importante, hace creíbles, uno a uno, a sus poemas. A mi entender de lego, lo más difícil de lograr en poesía. Todo es en él canción primera y reflexión vivida. Como bien suponía, era un instante a no perderme. La numerosa asistencia hizo que tuviera que buscarse mayor recinto. Anda ahora Rubén, con calma, por su tercer libro. Me dijo que con cuidado. Nos adelantó tres inéditos: irreprochables de estilo y sentido. Es poeta para que lo conozca Rafael Morales Barba, como se verá por lo del martes.
Martes 15
En el aula de los Montesinos, todos ciegos para Fragmenta. O casi. Pedro González hizo de la necesidad una obra de misericordia. Generoso también con la palabra, desprendido como siempre, sin nada a cambio, hizo a la audiencia un avisado resumen de las intenciones que laten en la recién nacida Fragmenta. Revista poética que surge bajo, en, con, por, contra y cabe el amparo de Rafael Morales Barba, conocido profesor, crítico y taxonomista poético. Combativa, libre y guerrillera (ni-dios-ni-amo-ni-CNT, que dirían los castizos), con voluntad de permanencia mientras se pueda, sin paraguas ¿sin paraguas? y francotiraydura. Su éxito ha sido, parece, tan inmediato que en el momento de la presentación los ejemplares estaban agotados/repartidos/reservados. De ahí la caridad -no sé si voluntaria o impuesta- con la que González Moreno asumió el reto de explicar lo que mis cegados ojos no podían apreciar.
Con tristeza distanciadora -me apuntó luego Maxi-, pero, sea como sea, Pedro A. González dijo en Montesinos lo siguiente: que no era nadie en la revista, que nadie le enviara colaboraciones no solicitadas; que nace gracias a Rafa, que Rafa ocupa con sus escritos las 80 páginas primeras, que hay versos de 24 poetas (acostumbrados); que Fragmenta tiene voluntad de ariete, de pulla y puya para antólogos-otros; que viene defensora de un tipo de poesía de estraza y nueva, a la que quisiera alumbrar, tanto en el sentido de hacer nacer como de iluminar su paso. Dijo que por ello nos resumía allí las 80 páginas primeras, las que renuevan conocidas tesis del firmante sobre la poesía española actual.
Algo así son las tesis, en román paladino: que hay que apuñalar a la tristeza, pisotear el fingido dolor, emparedar la queja y el lamento, alancear el lanzarotismo y el esquema, encerrar a los herméticos en batiscafos, regresar de la edad y la sospecha, prohibir imprimir a cualquier desolado. Y una vez hechos tales deberes, proclamar la fiesta, la celebración de la luz y la alegría, escribir para el gozo, claros como el pueblo, ser inteligibles por edicto, reflexivamente prácticos, exquisitamente éticos, rigurosos y abiertos a la vez que poetas de servicio. Porque ¿de qué ha servido tanto nihil y tanto llanto ensimismado? Ese inmenso diluvio, que ha recluido a la poesía española en sectas-celdas, debe secarse. Estamos aquí para que cese tanta y falsa devastación. Esto nos decía Pedro González Moreno que dice Rafael Morales Barba en su declaración-manifiesto de 800 páginas. Algo así como que a la poesía hay que venir llorado. (Resumiendo un poco, claro).
Rafael Morales Barba |
Los ejemplares de Fragmenta tampoco acudieron tras la palabra FIN, siguen agotados para (o apartados de) la mirada de algunos de los que acudimos. Ingenuos asistentes frustraditos. Estuve con Carlos Sahagún, con José Luis Morales, con Diego Valverde, con Ricardo Virtanen y con Antonio Daganzo.
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Hijos del día
Llega despacio, como una madre,
la claridad que alumbra la mañana,
un sol naciente que fermenta
el tono cobre de las cosas
y las vuelve habitables, bellas,
y delicadamente frágiles.
Toda esta luz es parte del prodigio,
esta paz de sabernos triunfadores
en la dura batalla con la sombra.
Rubén Martín Díaz, de Contemplación.
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