sábado, 11 de diciembre de 2010

"El Juramento de la pista de frontón". Presentación del Ashbery de Julio Mas

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La poesía española vive en el atraso de creer que el poeta debe creer a las palabras, en las palabras. Ahora veo más claro: son las palabras las que deben creer a los poetas, fiarse de los poetas, que no lo hacen. De ahí la tiritera. Ashbery dijo -o no dijo- que la palabra es su pincel abstracto. No se fían, no le fían, está claro. Por eso Ashbery escribe de cuanto falta, habla con ausencia de dibujo ¿Pollock?, sonoriza lo que de ritmo tiene la violenta luz ¿Rothko? Lo pensaba la tarde del jueves 9 oyendo a cuatro voluntarios -JCMestre, ACéspedes, VanesaPS y GGrande- beberse en público el credo oral que les habían fríamente ofrecido. Bien cierto que cada uno con distinta fe, como veremos.

Todo porque Emilio Torné, el editor de los últimos premios nacionales, dijo sí a cierta propuesta. Él es un hombre con sentido del humor. Quedó claro. Otro sentido, el púnico del negocio, le dicta que lo único rentable es la poesía traducida (la otra, la de andar por casa, precisa de ministerios, diputaciones, ayuntamientos, obras completas, poetas septuagenarios y precios prohibitivos). Ashbery vende: acepto tu propuesta, Julio Mas. Julio es todo voluntad alargada, inteligencia capaz, amor anglosajón. Pepsi, Coca, Sexton, Ashbery. Tal el trayecto del ómnibus donde viaja. Y de donde parece decidido a no apearse. ¿Qué paisaje deparará la ventanilla a su próxima mirada?

En la sala del CírculoBA, 46 personas y dos máscaras (Alejandro tras una) escuchaban a las tres que llenaban la mesa. “The tennis court oath”, 1962 -las palabras tienen que creer, tienen que creernos- ha sido vertido al español. Ya habla. El milagro de Julio Mas. Calambur arriesga. Entre los 48, uno por cada año que tiene el original, multitud de vitruvios huérfanos de jefe. Ya estuvieron hace dos años en el Ateneo besando una sombra, bebiendo la perfo del monólogo de Sexton. Dos años de “Vive o muere” y lo físico de aquel milagro no vive ya en sitio alguno. Ahora se trataba de escuchar a los invitados. Subieron a leer, a beber las versiones, primero JCMestre, un sorbo de luz grave e inicial, cristalera extravagante de la estación de Atocha, el famoso poema esquina, dijeron, donde cambia su sentido la poesía universal del siglo XX, VanesaPS fue vértigo no vencido, GGrande, voz en sombra ovalada, y ACéspedes, drama pautado: “Nuestra juventud de ladrillos ¿quién la construyó?”

El ladrillo se ha ido de páginas, tanto como de título: “El juramento de la pista de frontón”. De la sala de pelota enseñaban en el insti, cuando lo de Mirabeau y su estado llano. John, niño de Auden, estaba entonces, 1962, en París, junto a Celan consagrado. Torné dijo que el libro exigía la sorpresa de su extensión. Hay un prólogo (que aún no he leído) extenso y documentado de Julio, su entrevista al genio, después el texto, luego notas, notas, notas… que no explican – faltaría mayor atentado – lo inexplicable, sino que contextúan, sitúan – dijo – los poemas. Y un añadido alimentario, una refacción: Jordi Doce, que pasaba por allí, o fue llamado, y es alguien en esto de lo anglo, cubre el epílogo. Cuestión de contrapeso. Que aprenda Cátedra.

Muy serio, Julio informó de sus contactos con los 83 años de Ashbery, agradeció la previa de El Cultural, y enmarcó con referentes el antes y el después. Hubo voz grabada del americano, no imágenes en directo como estaba previsto: se encuentra hospitalizado (nada que ver con que el libro se vendiera a 22 euros). Una magnífica edición para la tercera traducción por Julio Mas de poetas americanos. Todo perfecto.

“Mi obra se sostiene sobre una improvisación interminable”, dicen que dijo Ashbery. Lo dicho. No hay solución. No somos -por fin entiendo su vivencia- creíbles a las palabras. Vivir en filo, en su filo, es escribir.



Rosas blancas


La peor parte de todo,
la luz blanca del sol sobre el suelo pulido,
se pone en marcha
y entonces la ventana se cerró
y la noche termina y comienza de nuevo.
Su rostro se torna verde, sus ojos son verdes.

En el rincón oscuro suena «The Stars and Stripes Forever».
Trato de describir para ti,
pero no quieres escuchar, eres como el cisne.
No hay estrellas allí,
no hay barras,
sino el bastón de un ciego hurgando, por muy torpemente
que lo haga, en los rincones más íntimos de la casa.
¡Nada puede ser dañado! ¡Noche y día están comenzando
de nuevo!
Así que aparta el libro,
las flores que guardabas para dar a alguien:
sólo la espuma blanca y colosal de la calle tiene alguna importancia,
las nuevas flores blancas que comienzan a brotar ahora.
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