La verdad fetén es que está un poco triste la temporada poética en la endeudada villa. Como la gente. Tres años de crisis se van notando. Apabullan. Tiempos más elegíacos que hímnicos, por buscar un dicho muy común entre los obligados presentadores de poetas amigos. Un poco triste. O tal vez sea yo. El caso es que la asistencia a la tertulia de los Prometeos, en Trovador el 5 del 11, confirmó el análisis. Fue antológico el debate propuesto sobre qué término es el más indicado para las narraciones breves. ¿Cuento, historia, relato? Ruiz de Torres, animoso y feliz, lanzó un guante que nadie quiso recoger, si no fue escondiéndose de tan inútil enigma. Alguien dijo, tal vez, algo sensato mientras todos esperaban que el tiempo pasase misericordiosamente. La llama de la voz de Carmina Casala, leyendo poemas ajenos, trajo la calma. Era bonito contemplar el fuego.
Hubo después lecturas de textos de un libro colectivo y producido por prometeístas ilustres. Se leyeron tres. Tres obras de misericordia. La primera trataba de vaquerizos asturianos e incitaba a la huida. Otra fue un diálogo entre la araña de Soledad Serrano y el poeta Enrique Gracia: Aracne pensaba que los poetas son gente rara, pequeña, llamada a la depravación de ser ignorada, no comida. Para terminar, Enrique leyó solo un solo texto. Lectura rápida, texto ocurrente y bien tramado.
Tras la puerta, llegados a la calle, poetas asistentes daban la razón a la tejedora.
La verdad fetén es que está un poco sosa la temporada. Unos días antes, Jesús Hilario, tierno, humilde y sugerente, repito: tierno, humilde, sugerente, daba noticia a otro grupo de oyentes ¿o era el mismo? de su último libro. El de Calambur. En el grupo, unos habían asistido ya a la convocatoria del Bellas Artes; otros, yo, no. Me comentaron la ración de un Barja petulante, amigo de la autoescucha. Y sin duda lejano de la poesía sonora, cercana y bien construida del zamorano.
Lástima de pseudogeneración frustrada esta del sesenta; formada por buenos poetas que no han podido imponerse en la conciencia colectiva, carente de una voz crítica que la haya levantado y ofrecido a la lectura múltiple, perennemente laminada entre los anteriores y los siguientes. Joaquín Benito, Ángel García López, Antonio Hernández y Jesús Hilario, entre otros, han visto recompensada su obra este 2010 con la edición de sus completas o sus elegidas -que a su edad es cuestión solemne. Pues bien, un esmerado crítico, un tal de Paula, los despachó con una reseña colectiva en la que tras negarles la posibilidad siquiera de grupo, le bastaba con un parrafito para cada uno, limitadísimo y lleno de lugares comunes, para lidiarlos. Y en pleno agosto. Hay amigos que matan.
Dentro de poco sale El Alambique: un nuevo intento, en compañía de otros, de Porras, Agustín. Le dedican, han anunciado, espacio y tiempo a Crespo, Ángel. Otro sin generación. Veremos si algo se anima. Blanquerna le organiza unas jornadas a la poesía de Marius Torres, leridano traducido.
Las buenas gentes, mientras tanto, viven en los blogs. En donde se acometen y desafían.
La foto que acompaña es de Antonio Banderas, que expone en el Cervantes. (Por animar con algo castizo, de almanaque, ya que hemos hablado de lidia y temporada).
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