Querido Antonio, qué bien te sienta la conexión chilena. Recuerdo aquel “Llamarse por encima de la noche” pleno de gozo y esperanza que ahora cumple 9 años. Has vuelto a editar con RIL, la prestigiosa editorial que ahora tiene sede española… y qué bien te sienta. El libro que tengo entre mis manos en una joya física, estética y poética. Y una sorpresa. Te he leído con avidez y sorprendido. Bien sabes que conozco toda tu obra, que incluso hubo un momento de convergencia con “Mientras viva el doliente”, pero este libro, este La sangre Música te inaugura, no sé si lo sabes. No se trata de la ausencia de continuidad, quedan en él tus estilemas, faltaría más, pero es preciso que sepas que en él trasmites una nueva mirada, una nueva decisión a la hora de encarar el poema. Tanto en el fondo como en su formalidad; tanto en el qué como en el para qué, dos preguntas esenciales en un poeta. Qué evidente la necesidad de escribir estos versos. Con qué resolución manifiesta estableces las razones emocionales y los estadios sucesivos de tu vivir. Aquí, en mitad del camino de la vida, escribiría con Dante, cuando nos es precisa la estrategia de plantarnos ante nosotros mismos –tal vez también ante los demás– y decir dónde estamos y decir hasta dónde nos sabemos. Y añadir que desde ese ecuador la vida sigue abierta. Nunca te he leído tan de corazón extenso. En “La sangre Música”, que fluctúa entre testimonio y confesión, hay una respuesta clara a los que se preguntan para qué sirve la poesía. Son seis poemas de los que provocan, largos, con la carga literaria precisa y exacta que acompañe las introspecciones, las extraversiones que los sazonan. No son seis poemas vómitos: son seis poemas entrega, escritos desde una pulcritud vigorosa, que, créeme, te inaugura en tonos y modos. Seis poemas en donde supones interlocutores con quienes repasar cuentas, dejar claro. Seis poemas-río en los cuales la infancia, la enfermedad y el dolor, los proyectos, el amor, orígenes y futuro, los otros, configuran los territorios desde donde contarte de raíz, para contarnos a todos las razones, las posibilidades, tus respuestas vitales. Seis poemas que van derechos, abocados, a finalizar con la palabra Música (en mayúscula) que para ti –lo saben quienes te conocen– no es nunca refugio sino destino, lugar y centro de la búsqueda, de equilibrio y futuro. ¿Seis poemas precisos? ¿Seis poemas sanadores? Tengo la impresión de que no son poemas en busca de lectores, aunque todo libro impreso los pretenda, sino seis personajes en busca de su autor. Quisiera oírtelos leer porque sé que volverán al sitio de donde nacieron, que los leerás para ti mismo. Esa reciprocidad es el lacre que garantiza la autenticidad de la poesía, requisito indispensable para que lo sea.
Qué bien has hecho con aprovechar esta conexión
chilena que añade dignidad editorial a la dignidad de tu poesía. Y qué bien
Eleonora, responsable de RIL, con quien coincidí en una lectura, en aceptar
este reto tuyo. Por razones de espacio, elijo para los lectores de Mientras la
luz un fragmento. El esperanzado del poema que cierra el libro. Mi abrazo.
4 comentarios:
En Antonio, sabiduría musical y poética van de la mano. Abrazos de enhorabuena.
Cierto, bien cierto, buen Mayusta. Sabe y mucho.
Profundo comentario que bebe las mismas aguas del poema y las canta. Brindar con ellas se puede y hasta se debe.
Sí, Esperanza, Antonio es un poeta en un momento dulce, sabiendo qué y cómo decirlo.
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