Páginas

viernes, 17 de junio de 2016

Poema: Disposición del crepúsculo




(de Ricardo Ranz)
(fragmento)







Dispusimos la tarde con dos copas.
Esta tarde de cuerpos y sus llaves
esclavas de la sed. Con mimo sabes
desnudarme, temblando abro tus ropas.

Hay luz occidental cuando te acuesto
en los vidrios azules, y miniada
claridad que nos tiñe. Dices nada
más precisa quien bebe sin lo puesto.

Juntos vemos morir, en celo, un día
que aún ignora si somos o si fuimos
el vino en su fulgor o dos racimos
que son dos gotas de memoria fría.
Hundido el sol, bebemos, somos uno:
amar, fundirse así 
                                    o ser ninguno.






5 comentarios:

  1. Excelente poema; revitaliza esa unidad de forma y sentido y dice, sin aspavientos, como debe ser, que un poeta que se precie debe conocer la jeraquía del oficio. Y luego que escriba en rima o en verso libre... UN gran abrazo. Siempre es un placer visitar tu blog.

    ResponderEliminar
  2. En estos tiempos de "poesía kleenex" de apresuramiento por publicar, triunfar, ser admirado...es un placer bucear por la nobleza de la forma, de la emoción de la inteligibilidad, de la música de unos versos que llegan apacibles, sin prisa pero con firmeza, al corazón del lector. A quedarse.
    Abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Buen poema hallado. Partes me recuerdan a partes de un conocidísimo soneto oteriano, unos racimos de luz rasgada en un frondor de oro y tal...
    ¿Casualidad, imitación u homenaje? ¿Malvada o en la media? :P

    ResponderEliminar
  4. Tac, tac... ¿Sara?
    He aquí el soneto de Otero Silva

    Cuerpo de la mujer, río de oro
    donde, hundidos los brazos, recibimos
    un relámpago azul, unos racimos
    de luz rasgada en un frondor de oro.

    Cuerpo de la mujer o mar de oro donde,
    amando las manos, no sabemos
    si los senos son olas, si son remos
    los brazos, si son alas solas de oro...

    Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
    donde, después de tanta luz, de tanto
    tacto sutil, de Tántalo es la pena.

    Suena la soledad de Dios. Sentimos
    la soledad de dos. Y una cadena
    que no suena, ancla en Dios almas y limos.

    Hay luz y racimos, hay hundido. Ni rastro de frondor, ni Tántalos. ni Dios, ni tacto, ni fuente, ni mujer, ni senos, ni olas, ni pena, ni ancla, ni llanto, ni soledad, ni mar, ni oro, ni oro, ni oro, ni relámpago, ni azul, ni remos, ni.... ¿Malvada? No.

    ResponderEliminar

  5. Ese espejismo maravilloso de ser uno, Un día, una vez, aún lo recuerdo. Tú poema abre mi memoria.

    Cuando hablas de temblor me viene a la memoria una amapola

    Gracias por el poema. Un abrazo

    ResponderEliminar