El pasado viernes, 23 de enero, José María González Ortega, poeta de Ciudad Real, largamente poeta, hondamente lector de poesía, ha presentado en Ciudad Real su segundo libro "Hablar con el silencio". Consciente que la poesía habita en el hueco que separa la palabra del silencio, José María ha querido llenarlo con las sugerencias que las lecturas de sus poetas más cercanos le han ido provocando. González Ortega, que fue alma mater de "Poesía última", antología inexcusable para el conocimiento de la poesía finisecular manchega, trabaja ahora, con el mismo afán, en otro empeño que pretende dejar constancia de su estado actual.
Estuvo acompañado -arropado, mejor- por Pedro A. González Moreno, poeta y hermano de afectos, por Emilio Arjona, manchego, periodista y autor del prólogo, por Marina González, su hija, y Joseph Albert, actores que recrearon sus textos, por Manuel Ruiz Toribio, amigo de la luz y su registro, autor de las fotografías, además de por el diputado de Cultura, el señor Caballero, y José Luis Loarce, responsable de la colección Ojo de Pez, cuyo número 72 corresponde al libro presentado.
Entre el numeroso público, los poetas de la capital manchega. Entre ellos, Elisabeth Porrero, que ha dejado reflejo del acto en esta crónica para "La Tribuna", diario en el que colabora y que MIENTRAS LA LUZ se complace en reproducir, así como el poema que el autor dedica a Eladio Cabañero.
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JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ ORTEGA NOS HABLA CON EL SILENCIO
Por Elisabeth Porrero
(Publicado en La Tribuna, el 2/02/2009
La poesía, pese a ser “de minorías”, en nuestra Ciudad Real siempre ha estado viva y continúa estándolo. Hace unos treinta años se publicaba una antología poética de cuatro jóvenes de nuestra provincia, titulada “Hacia la luz”. Estos escritores eran José María González Ortega, María del Carmen Matute Rodero, María del Prado de Juan Lérida y Pedro A. González Moreno. Se conocieron cuando Vicente Cano dirigía el Grupo Literario Guadiana y cuando la inolvidable Pradito Lérida (el 8 de febrero se cumple el segundo aniversario de su muerte) organizaba tertulias literarias en su casa, en la calle General Aguilera. Fue en el salón de aquella casa, donde, con motivo del cumpleaños de su hija María del Prado, la madre organizó para ella un regalo-sorpresa, consistente en un recital de los poetas que ella conocía. Y allí, estos cuatro jóvenes poetas comenzaron una especial amistad y unión poética que les llevó también a dar numerosos recitales dentro y fuera de la provincia.
El pasado 23 de enero, uno de estos poetas, José María González Ortega, nos presentaba su nuevo libro “Hablar con el silencio” (publicado por la Biblioteca de Autores Manchegos, BAM), donde rinde un sincero y bellísimo homenaje a poetas de todos los tiempos: Blas de Otero, Luis Cernuda, Antonio Machado… pero también a otros artistas de la palabra de nuestra tierra, en la segunda parte del libro “Voces de tierra seca”, entre los que, por supuesto, se acuerda de esos tres amigos que le acompañaron en este arte en los años de juventud. He tenido la suerte de conocerles a los cuatro en diferentes momentos de mi vida y a todos me une una especial amistad, para mí han sido y son grandes maestros, por eso quería, con este artículo, hacerles un homenaje, especialmente a José María, agradeciéndole el hermoso presente que hace así a la poesía.
Ninguno de ellos ha dejado de escribir ni han aparcado ese cariño, aunque la vida les ha llevado por diferentes derroteros. Así, de la entrañable María del Carmen Matute, que me ayuda tanto a crecer como persona con sus consejos y cariño, dice “Escondites de lluvia / inventaban sus labios”. De María del Prado de Juan (que actualmente reside en Chile) y a la que yo también conocí y empecé a querer hace ya más de veinte años, “Al asombro del aire / crecían tus palabras”. Seguro que sus compañeros la tuvieron presente durante este acto, ocupando alguno de los asientos de la sala, aunque estuviera en otra parte del mundo. No olvida en este hermoso poemario un homenaje a la madre de esta última, Pradito, la poeta que no escribía versos, asegurado de ella que “reconoce el silencio / ve nacer los poemas / en los labios de dios”. Fue esta mujer la que, cuando yo tenía unos ocho años, me animó a escribir poesía, cuando leyó mis primeros cuentos infantiles y fue para mí de esa gente a la que uno le unen tantos lazos de sangre, aunque no se compartan apellidos.
Y el cuarto componente de estos cuatro jóvenes, el genial escritor y ampliamente galardonado Pedro A. González Moreno, tan discreto, buena persona y sencillo, a pesar de sus éxitos, “hermano de José María”, no podía faltar ni en el libro ni en el acto, siendo él quien presentó esta obra con sus palabras, bellísimas y acertadas. Siempre es un placer escucharle, ya sea en una conversación espontánea o en un discurso magistral que tuviera preparado.
El acto se cerró con un recital en el que participaron el autor, con sus estupendas dotes de rapsoda, y su hija y un compañero de ésta, actores profesionales, que dotaron a los poemas de una gran emoción e intensidad.
Gracias José María, por tu generosidad y por hablarnos de las raíces poéticas de esta tierra desde ese silencio. Sigue hablando con él para regalarnos, si es que fuera posible, aún más belleza.
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Eladio Cabañero
(Tomelloso, Ciudad Real, 1930- Madrid, 2000)
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Un niño de la guerra
soñaba en Tomelloso
escribir sabios libros
para matar el hambre.
Trágicamente triste,
su corazón le ardía
sobre andamios de nieve.
Con amor y cemento
mezclaba las palabras
que cierran las heridas.
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