Está terminando septiembre y aún no llueve. ¿Qué pretenden indicar los dioses con tal señal a los poetas? Tal vez intenten con ello imponerles silencio, como si el índice sellase dos labios en oferta, como si estuvieran cansados de tanta inane letanía y no creyeran en la nueva temporada. La lluvia, la lluvia es lo que importa, decía el poeta
Nicolás del Hierro, un temporal que arrastre tanto polvo, tanto murmullo levantado a Moloc. El agua, el agua es lo que importa. Su densidad. La palabra que lave, que nos lave, de tanto callar, de tanto impuesto verano. De tanto zinc ardiendo altivo. Debe llover. Pero mientras tal acontecimiento sea permitido, en la espera de que sea acto irremediable,
Mientras la luz atisba las primeras nubes.
Acude a lo que son señales.
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Félix Grande escuchando a Paca Aguirre |
Las gentes de A-7 en Valdepeñas -
Fernando Creis, Matías Barchino, José Luis Morales- vistieron la ausencia definitiva de
Agustín Gil del Pino con elegancia en el dolor y en la memoria. Era la primera sesión tras la muerte del que fue último gran muñidor, tras
Paco Creis, de las reuniones poéticas en la bodega de A-7. Fue el sábado
7 de septiembre y el empotro se llenó con la voz de
Paca Aguirre, acompañada por
Guadalupe Grande, su hija, que la presentó, y por
Félix Grande, su marido, que escuchó. Paca leyó una muestra de su mundo, personalísimo, ese que deambula entre la expresión coloquial y la propuesta de reflexión, versos que abrazan y denuncian. Un hacer más cercano al pálpito que al concepto, lo que hace que el trabajo poético parezca, engañosamente, algo sencillo. Era la mañana fresca, apta para escuchar los
300 escalones, ese poema emblemático que recuerda y olvida a un tiempo, con el que la poeta devuelve la ternura a lo implacable del tiempo vivido. La lluvia esperada. Parecía que el agua comenzaba su rodar. Así creían sentirla
Juan José Guardia Polaino e
Isabel Villalta, poetas, con quienes conversé en el patio, y de quienes tengo buenas noticias.
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Ángeles y Eusebio tras la pluma de "EL cable azul" |
También inauguraron los de
Poesía en Sidecar. Jueves y 19. Locos por empezar, por dar rienda suelta a unos poetas deseosos y deseantes del gozo escénico. En su coso, en Libertad8 repletísimo y fiel,
Rosa Jimena hizo una declaración de propósitos impecable. Luego,
Ángeles Fernangómez, melena al alza de las tardes poéticas de Madrid, y
Eusebio Priego, disfrazado de neófito con oficio, ejercieron de actores. Este es un lugar en el que los versos se cargan de dinamita, los cuerpos se afinan y el humor de buen rollo se expande. Poesía activa. Vitaminas para el cole, para el nuevo curso. No llueve
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Jorge Arbeleche |
Al día siguiente, viernes 20,
Jorge Arbeleche, uruguayo, u-ru-gua-yo, en Café Comercial, de la mano y la portada negra de
Vitruvio, presentó
Parecido a la noche, un poemario que rodea la epopeya troyana y sus personajes. De Príamo a Helena. Es poeta de forma cuidadísima, poso clásico y guardián de la meoria de
Juana de Ibarbourou. Fue presentado por la voluminosa bonhomía extremeña de
Santiago Castelo, que recordó los hechos de juventud que les acompañaron por el Madrid de la transición. Acudió también
Miguel Galanes y
Rafael Soler, amigos de entonces, dijeron. Fue momento del abrazo inaugural de
Mientras la luz con ellos y con
Eduardo Merino, Antonio Daganzo y
David Morello, casi en capilla de su nuevo libro. Alrededor de todos, el torbellino chileno de
Theodoro Elssaca, que pasaba camino de Rumanía para volver pronto y presentar su antología
Travesía del relámpago. Tras mi conversación con él entiendo el título. No llueve.
Tampoco lo hizo el pasado 24 martes cuando un grupo de amigos de
Luis Miguel Rabanat, poeta leonés de amplio cariño, quisieron recordar su obra con comentarios y lecturas de sus poemas, todo al hilo de la presentación de su ultimo:
A lo que falta. Llegué tarde. La Marabunta tranquila y llena. Se oía fatal. Lo que importaba, el cariño, era evidente. Allí:
Bárbara Butragueño, Juan Manuel Macías, Nuria Ruiz de Viñaspre, Ana María Puigpelat, Gsús Bonilla, Aurora Auñón, Toño Benavides, Cristina Alemida, Isabel Miguel, Ana Galán, Ángeles Fernangómez. Hubo delicadeza en el reparto de unas postales con poemas del recordado Rabanat. De ellos escogemos uno.
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Fotografía de Lostalé que acompaña
la edición de Quien lee vive más |
Y se negó, empecinada, a visitar, 26 jueves, el Matadero. No quiso la lluvia acompañar a
Javier Lostalé en la presentación de su
Quien lee vive más. Libro que recoge alguna de sus aportaciones al programa
La estación azul. Incitaciones a la lectura en formato de folio poético, humildes y rotundas. El acto, conducido por la exuberancia verbal de
Jesús Marchamalo, permitió al editor
Juan José Ramos, (Editorial Polibea) compartir felicitaciones por la elegancia del objeto-libro que contienen los textos de Javier. Habló Javier Lostalé y era el auténtico Javier Lostalé. Siempre dispuesto a ser rozado por la belleza y lo sencillo. Todo sucedió en la Casa del Lector.
Miguel Losada, Maria Antonia Ortega, Federico Leal, Antonio M. Mansilla y
Paco Jiménez Carretero fueron testigos que tampoco allí llovió.
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Dibujo de Amancio González
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Me creo los motivos,
igual que se olvidan las semanas
que disolvió la llovizna.
Con no mucha dulzura.
Seré el mismo que caminaba
los mismos territorios
de puntillas y de la mano de ella.
Apenas un vestigio del fresco
de la tarde, de las gotas
blancas en el rostro con rubor.
Me creo todavía el placer que me da.
En su mundo dislocado
nada es igual, conozco bien el musgo
prendido en sus cabellos.
Luis Miguel Rabanat